EDITORIAL / Sin sorpresas

De las elecciones celebradas ayer en Andalucía se puede decir de todo menos que sus resultados no eran esperados, tal como se puede comprobar leyendo el archivo de 'Astures'... y eso que no es este medio proclive a destacar sus propios méritos, como hacen hasta el ridículo algunas cabeceras hermanas.

Por poco que se escuche a la calle, era evidente que el PSOE ganaría sin mayoría absoluta, que el PP e IU se iban a desplomar, que Podemos irrumpiría con fuerza y que Ciudadanos tendría peor resultado del previsto en las encuestas. Y sólo con haber estudiado un cuarto de hora de política se sabe que la participación alta beneficia a la izquierda y que la derecha siempre acaba votando a quien le ponen como candidato, le guste o no.

De modo que el adelanto electoral ha servido a Susana Díaz para tomar el pulso de su región (el pulso político, se entiende) y para deshacerse de Izquierda Unida, que le era un socio incómodo. De ahora en adelante, deberá pactar con Podemos (lo que la haría hacer más política de calle y menos de moqueta) o gobernar en minoría, a sabiendas de que la unión contra ella de toda la oposición es muy poco probable.

Con todo y con eso, lo más interesante que tienen los comicios andaluces es lo que anticipan para otros territorios: las caídas de PP, IU y UPyD; el ascenso de Podemos y la salida de Cataluña del proyecto Ciudadanos; más cierta recuperación del PSOE, que será diferente según las comunidades autónomas... y en Asturias es impredecible por el impacto del 'caso Villa' (del enriquecimiento ilícito del exlíder minero).

Sin embargo, Occidente deberá recordar la jornada electoral de ayer porque en ella se confirmó el emergente fantasma de la ultraderecha, que no ganó las elecciones pero sí se hizo con muchos ayuntamientos en Francia de la mano de Marine LePen. Así que ¡ojo al Cristo!

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