EDITORIAL / Matar al padre

La caída a los infiernos de Rodrigo Rato presenta tintes peculiares que cualquier lector avisado debe tener en cuenta, porque da la impresión de que ha sido un golpe palaciego para reconducir a favor del Gobierno de Mariano Rajoy una situación que iba a producirse de todas todas.

La imagen del ex-todopoderoso economista siendo introducido en un vehículo policial  permite a La Moncloa proclamar que persigue a la elite como castiga a la ciudadanía con sus recortes, para amortiguar el efecto demoledor de los casos 'Bárcenas' o 'Bankia' de cara a las elecciones generales de noviembre, antes de las cuales pasará un verano balsámico que hará que todo se haya olvidado antes de pasar por las urnas.

Decía el fallecido ex-presidente asturiano Sergio Marqués –que se educó en política en el PP, de la mano de Francisco Álvarez Cascos; no se olvide– que la vida pública "no tiene casualidades, sino causalidades". Y lo de Rato parece algo así, ya que estaba siendo investigado por Anticorrupción (que depende del Ministerio de Justicia), pero ha sido detenido por la Agencia Tributaria (que depende del Ministerio de Hacienda).

El jefe supremo de ese ramo es Cristóbal Montoro, que con Rato y Luis de Guindos forman la santísima trinidad económica del Partido Popular desde su nacimiento. De hecho, los dos ministros económicos de Rajoy son lo que son hoy gracias a que fueron apadrinados por el astur-madrileño en su día.

De donde surge la duda de si Montoro no habrá ordenado eso tan viejo que en política se llama 'matar al padre', como hace todo líder con su predecesor (en Izquierda Unida de Gijón lo hizo Jorge Espina con Churruca Montes Estrada, sin ir más lejos; por citar). Pero el simbolismo de Rato para la derecha española convierte su detención en un asunto de mucha más trascendencia.

De modo que habrá que estar atento para ver cómo termina esto; y no creerse que se ha buscado sólo el momento de provocar algo que iba a ocurrir inevitablemente con alguien que ya no milita en el PP... lo que es verdad seguro, pero como añadido; porque el catecismo de la política enseña que, si no puedes evitar que suceda algo, debes conseguir que ocurra en tu beneficio.

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