La crisis del Periodismo

Por Francisco Pastoriza

La actual crisis económica y de valores anuncia el cambio del modelo mediático y pone en peligro el periodismo profesional

La crisis económica que comenzó en 2007 ha extendido sus tentáculos a algunos de los sectores que precisamente son más necesarios para salir de ella. Uno de esos sectores es el del periodismo, a punto de desaparecer tal y como lo hemos conocido hasta ahora.

La del periodismo es una crisis que comenzó mucho antes que la económica y la de valores que padecemos actualmente, pero que se agravó con ellas.

El catedrático de la Universidad de Sevilla Ramón Reig viene anunciándola desde hace años en algunos de sus libros y ahora lanza un nuevo grito, entre la desesperación y la impotencia, en su última obra 'Crisis del sistema, crisis del periodismo' (Gedisa). Para Reig, el periodismo está en crisis porque ha abandonado sus principios más esenciales (y por lo tanto ha provocado el rechazo de los receptores) y porque el Poder se ha metido dentro de sus límites dando lugar, entre otras cosas, a la aparición de nuevas censuras y autocensuras.

La crisis económica ha venido a agravar esta situación influyendo negativamente en la calidad de la información al provocar la explotación de los profesionales y alumbrar la aparición de un “periodismo ciudadano” que no es más que la nueva versión de un descarado intrusismo. El periodista, víctima por lo tanto, sería el último culpable de su propia crisis: lo son las circunstancias y la estructura de intereses que lo determinan.

La estructura de la información en España
Ramón Reig es profesor de “Estructura de la información”, una materia poco valorada entre los estudiantes y los profesionales del periodismo, pero cuyo conocimiento debiera ser básico tanto para unos como para otros. Entre otras cosas, en ella se explican cuáles son las relaciones de los medios de comunicación con las empresas y los intereses económicos y financieros que mantienen esos medios, cuáles sus articulaciones y alianzas nacionales e internacionales. Su conocimiento proporciona, por lo tanto, pautas para una lectura más certera de la información que vehiculan, incluidos los mensajes no periodísticos.

Ciertamente, como afirma Reig, la presencia de grandes grupos mediáticos relacionados con intereses empresariales y financieros no es sinónimo precisamente de pluralismo informativo. Ahora bien, es una exageración afirmar, como él hace, que ignorar las conexiones entre grandes empresas y medios de comunicación convierte a los ciudadanos en “seres humanos que vegetan y se limitan a pensar lo que le dicten”, porque eso sería aceptar que lo son el 95 por ciento de los lectores que se acercan a un kiosco a comprar el periódico cada mañana o de los espectadores de un telediario de cualquier canal de televisión, lo que equivale a decir que en el mundo (porque no se trata un fenómeno exclusivo de nuestro país) casi nadie está informado, excepto quienes conocen todas estas conexiones.

Ese conocimiento de las relaciones entre estructura, propiedad y mensaje proporciona elementos para interpretar mejor la información, pero en los países democráticos donde funciona la libertad de prensa no es indispensable ese conocimiento para estar informado (no digo para estar bien informado: ¿quién está bien informado?). Para llegar a ese conocimiento por parte de los lectores, los periódicos tendrían que publicar casi en primera página todos los datos de su estructura económica, que por otra parte es vertiginosamente cambiante. Además, los intereses comerciales no son los únicos que están presentes en un medio de comunicación. También los ideológicos y los de clase pueden pervertir la información en uno u otro sentido.

Podemos y la nueva izquierda
Aunque en ningún momento se relaciona el análisis de los medios de comunicación en España con las propuestas del partido político Podemos (¿se conocen?), se critica la campaña de ataque y desinformación a esta formación por parte del stablishment mediático que apoya a los grandes partidos (Reig cita expresamente a PP y PSOE), ciertamente existente y en muchos casos bastante burda. Pero el autor sitúa al mismo nivel este ataque al de las críticas desde los mismos o similares sectores a los regímenes de la nueva izquierda latinoamericana que gobierna en Venezuela, Ecuador, Bolivia o Argentina. Una falsa fotografía de Hugo Chávez durante su agonía, publicada por el diario español 'El País', le sirve como ejemplo para denunciar los ataques al régimen bolivariano.

Y es verdad que las críticas, a veces exageradas, al régimen venezolano han existido durante el mandato de Chávez y se han recrudecido durante el de su sucesor Nicolás Maduro. Pero no se puede ignorar la falta real de libertades democráticas en aquel país, denunciada también allí desde la izquierda no chavista, bajo la excusa de que son decisiones de un gobierno democráticamente elegido porque, sin entrar en los ejemplos históricos de regímenes abominables que también habían ganado elecciones, el hecho de ganarlas no debe ser patente de corso para privarse de criticar cualquier decisión autoritaria y antidemocrática, porque entonces se estarían justificando todas las que hubieran tomado también el PP y el PSOE durante los mandatos para los que fueron elegidos, en unos procesos que personalmente considero con mayores garantías democráticas que el venezolano.

Este mismo concepto se maneja para desautorizar las críticas a las maniobras de los Kirchner para controlar los medios, por tratarse de “personas democráticamente elegidas”. En esta misma línea Reig recoge las declaraciones del mandatario ecuatoriano Rafael Correa, que critica lo que denomina “unión incestuosa entre poder económico, poder mediático y poder político en los países europeos y en los Estados Unidos”.

Y, en efecto, según la estructura de los medios que en este libro se muestra de forma exhaustiva, esta interrelación existe (no sé si incestuosa es el adjetivo más adecuado) e influye en sus contenidos y líneas editoriales, pero la alternativa de unos medios dominados exclusivamente por el poder político tampoco parece la más adecuada. A menos que se piense, por ejemplo, que 'Granma' es un modelo de libertad de información. Siendo verdad, como afirma Ramón Reig, que “las leyes las elaboran los que las necesitan para salvaguardar sus intereses”, habría que añadir “todo tipo de intereses” y no sólo los económico-financieros.

Medios y mensajes
La lectura de 'Crisis del sistema, crisis del periodismo' es recomendable, en efecto, para tomar conciencia de la influencia de los poderes económicos y financieros sobre los contenidos de los medios de comunicación, aunque algunos de sus postulados sean excesivamente radicales.

Desde ese mismo punto de vista Reig aborda, además, otros aspectos de la comunicación actual, como la denuncia del exceso de información (infobesidad informativa), una de cuyas consecuencias, según afirma (además de provocar ansiedad y frustración en los receptores) es la de contribuir a la formación de una mentalidad sumisa.

Reig denuncia también que la comunicación actual estimula la mediocridad social e incluso la violencia, al buscar la ganancia fácil recurriendo a emociones primarias e impulsando la acción mecánica al servicio del mercado. Critica la ausencia de una programación de calidad en las televisiones públicas y privadas bajo la excusa de que el público la rechaza, y demuestra, por el contrario, que las audiencias acogen estos programas favorablemente.

Las trabas al ejercicio de la profesión periodística, el dominio de la banalidad y el sensacionalismo en los contenidos informativos, la denuncia de los métodos de supervivencia de los diarios de información económica, así como un curioso estudio de la tipología de los periodistas, hacen interesante y entretenida la lectura de este libro, ciertamente recomendable para poner algunas cosas en su sitio.

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