Los puntos sobre las íes del PCE e IU

Por Conrado Granado

El articulista Antonio Elorza acaba de poner sobre papel lo que algunos llevamos pensando desde hace años acerca de la relación entre el Partido Comunista de España (PCE) e Izquierda Unida (IU): esto es, que la segunda, IU, viene a ser, a fin de cuentas, una prolongación de un PCE que tuvo necesidad de transmutarse y rodearse de una serie de siglas que arroparon un proyecto hoy en horas bajas, a tenor de los últimos resultados y las diferentes encuestas que vamos conociendo.

Afirma Elorza al respecto en su crónica titulada “Agonía de IU”, publicada en 'El País' el 28 de marzo: “Nacida al calor de la campaña anti-OTAN, después de una larga gestación iniciada en 1983, Izquierda Unida reunió en proceso formativo a una serie de grupos heteróclitos en torno al PCE, desde los prosoviéticos de Ignacio Gallego a los carlistas, pasando por Ramón Tamames con su partido unipersonal, más cuatro independientes, uno yo, de los cuales sólo Cristina Almeida tenía sólidas raíces militantes. El alma del proyecto, Nicolás Sartorius, nunca asumió su dirección, y entre zigzags IU acabó garantizando la supervivencia larvada del PCE y una presencia política que crecía con el PSOE en declive y descendía con el PSOE en auge…”.

Conocí personalmente a personajes como Nicolás Sartorius, Marcelino Camacho, al cura-obrero padre García Salve y a muchos otros en una reunión clandestina avanzados los años setenta. Siempre lo recordaré, porque fue un domingo, en un colegio religioso situado por el barrio madrileño del Puente de Vallecas, de cuyo nombre no debo acordarme. Hay que ser honestos con la Historia, y llamar a las cosas por su nombre, diciendo que había religiosos que nos ayudaban en la clandestinidad a luchar por nuestros ideales. Y nadie podía sospechar que mientras en un lugar de culto se podía estar celebrando una misa, al otro lado, muy cerca, estaba teniendo lugar una reunión clandestina de gente entonces fuera de la Ley.

Tiempos aquellos en los que un Régimen en franca y franquista descomposición empezaba a hacer la vista gorda porque los gerifaltes eran conscientes de que al inquilino de El Pardo le quedaba poco de vida y que, inexorablemente, las cosas cambiarían con el tiempo. Tiempos también en los que la teoría de las “correas de transmisión” estaba a la orden del día, si bien todavía en clandestinidad: esto es, que el sindicato CCOO venía a ser una “correa de transmisión” del PCE, mientras que la UGT lo era del PSOE. Algo había de ello, bastante en algunos casos, y negarlo sería faltar a la verdad. Los dos sindicatos hacíamos cosas de común acuerdo juntos, pero no revueltos.

He conocido pues a comunistas de una pieza, gente honrada que ha luchado por sus ideales, que no eran los míos, cosa que siempre quedó clara, pues nos conocíamos todos, y cada cual sabía de qué pie cojeaba el otro. Sartorius, Camacho y otros muchos dieron lo mejor de sí, y siempre será de agradecer. De Julio Anguita dicen que fue el mejor alcalde que ha tenido Córdoba, y me comentaba un colega que le entrevistó en dicho cargo que cautivaba con la palabra, con la verborrea. Lástima que la “cagara” con la teoría de “las dos orillas”, aquella según la cual en España solo existía una izquierda, que era la que él y su gente representaba, mientras que todo lo demás era derecha; es decir, o estabas en una orilla o en la otra. Teoría que, auspiciada por Pedro J. Ramírez solo sirvió para vender más periódicos, que era en buena lógica lo que el exdirector de 'El Mundo' pretendía, mal que le pesara al entonces “califa de Córdoba”.

Les decía y sigo diciendo a aquellos camaradas que yo no era comunista porque, entre otras cosas, había visitado países como Bulgaria, la Rumanía de Ceaucescu, la Yugoslavia de Tito y había conocido de cerca, pues la tenía vecina, la dictadura comunista de la República Democrática Alemana, país que no pude conocer entonces al impedírnoslo a los españoles el Régimen franquista, ya que un sello con la hoz y el martillo en el pasaporte podía acarrearte muchos disgustos. Había comprobado, vivido “in situ” cómo vivían en aquellos países, donde la libertad era una entelequia, donde el partido único era el que hacía y deshacía en todos los órdenes de la vida. Y yo no quería eso para mi país, algo que siempre dejé claro.

Es cierto que años después vendría el eurocomunismo con personajes de la talla de Enrico Berlinguer, en Italia, o Santiago Carrillo en España, con el consiguiente cambio de rumbo del viejo comunismo. Carrillo fue un hombre inteligente, tan inteligente que lo primero que hizo en la primera rueda de prensa fue poner la bandera de España detrás de él. Una lección de la que más de uno debería aprender, a tenor de lo que estamos viendo a estas alturas.

Ahora ha venido Antonio Elorza, uno de los cuatro independiente en la operación, a poner los puntos sobre las íes sobre aquella ya lejana transmutación del PCE en IU, en un momento en que, según sus palabras, “aparece Podemos, con una evidente modernidad en técnicas y discurso, que desde el principio planteó una irreversible opa…”. Y lo ha hecho desde la “cocina”, donde se fraguó la operación, de la que algunos sabíamos muchas cosas, pero guardábamos por prudencia.

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