Y ahora ¿qué?

Por Manuel Pascua

La lógica intelectual aplicada a la política indicaría un camino que llevaría a refundar el PP. Sin embargo, para eso sería necesario que el PP tuviera ya no agallas, simplemente vergüenza torera, esa que llevaba a los matadores a cortarse la coleta en público cuando realizaban una faena equivalente a la que ha tenido el PP de Rajoy el 24M.

Esa excusa tonta de la lista más votada es inoperante en un sistema electoral tan rudimentario como el español: en los regímenes parlamentaristas no se trata de que gobierne la minoría mayoritaria sino de que gobierne quien consiga los escaños suficientes. Incluso la implantación de una segunda vuelta, sin cambiar nada más en la regulación electoral, resultaría extemporánea.

La tendencia electoral desde aquel aciago 20N que nos trajo a Rajoy ha sido mostrar el desencuentro entre los partidos políticos y la ciudadanía. Todos los partidos se han dado cuenta antes o después; a unos les ha servido para renovarse cosméticamente PSOE–, a otros para desaparecer UpyD– y a otros para convertirse en irrelevantes IU– pero solamente hay uno PP– que se ha mantenido en sus trece: el desprecio a ciudadanos, instituciones y política.

Ahora, antes de los pactos más que previsibles que se cerrarán en unas semanas, el PP saca pecho, grita desgañitado que ha ganado las elecciones y se le infla la aorta cuando otros les recordamos que 3 de cada cuatro españoles les ha negado el voto, así que sus minorías mayoritarias no valen para nada.

Hay una necesidad social de que en España exista un bloque de derechas moderno, transversal, útil y preparado, pero ese traje le queda grande y mal a quien nació del Movimiento Nacional franquista y 35 años después sigue sin entender cuál es su papel público, más allá de gobernar para los lobbys y meter mano en la caja.

Si hubiera lógica en el PP, Cospedal, Esperanza Aguirre, Monago, Sánchez Camacho, Barberá, Fabra, se irían a casa precedidos por el abanderado de Rajoy. Afortunadamente para los que no somos de su cuerda, Rajoy et alii se mantendrán, a la espera de su caída final en Noviembre ya que ni la ven, ni la prevén, ni la esperan. ¡Larga vida a Pedro Arriola!

El PP puede perder Madrid, comunidad y alcaldía; Castilla la Mancha, Comunidad Valenciana y asimilar por la vía del trágala sus malos resultados en Galicia y Castilla y León. El PP se ha convertido ya y de facto en irrelevante en sitios tan importantes como Cataluña, País Vasco o Navarra y pretender revalidar la mayoría nacional con estas lesiones es de boxeador sonado.

Empieza una nueva etapa llena de juventud, ganas, tolerancia cero con la corrupción y deseos de devolver la democracia a sus legítimos dueños: la gente. Este cambio requiere meter al PP en lejía durante cuatro años como poco y esperar que en su seno podrido haya gente joven capaz de sacar adelante un nuevo proyecto y una nueva orientación ética. En otras palabras, más Borjas Semper y menos Pablos Casado.

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