EDITORIAL / Hispanidad

España celebró ayer, como cada año, su Fiesta de la Hispanidad, que algunos pusieron en cuestión con menos sentido de la oportunidad que acierto, porque no es el mejor momento para dudar de la herencia de Castilla y Aragón, aunque nadie puede ser obligado a sentir aquello en lo que no cree (si se usa este argumento para criticar que Artur Mas vea catalán donde no lo hay, se debe sostener ahora que se habla de lo rojigualda).

En todo caso, criticar que España celebre su identidad sobre la base de un genocidio (como el que cometió en América, tras la llegada de Cristóbal Colón) es una bobada; porque, aunque sea verdad, no hay himno en el mundo que no cante las bondades de una derrota militar... ni los himnos de los países preferidos por los más críticos con la historia posterior a los llamados Reyes Católicos, como no hay identidad que se sustente sobre otra cosa que la supremacía de un pueblo.

De modo que procede devolver cada cosa a su terreno; e igual que se pide hacer racional la política se debe aceptar que sea sólo emocional el nacionalismo... cualquier nacionalismo. Y así como es idiota exigir que se sienta algo que no se cree, es cerril pedir que se reniegue de algo que se admira.

Así que este medio defiende que cada cual celebre lo suyo como quiera, siempre que lo haga dentro de la Ley y sin poner en peligro la convivencia; así sea la Hispanidad o cualquier otra cosa. 

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