Pablo Neruda y mis recuerdos

Por ADRIANA BIANCO

Chile ha recordado, con varios homenajes, los 42 años de la muerte del poeta Pablo Neruda, acaecida el 23 de septiembre de 1973. Muchas imágenes también se agolparon en mi mente, porque tuve el privilegio de conocer al gran poeta, cuando era estudiante de Filosofía y Literatura y obtuve la Beca de Estudios de Verano de la Universidad de Valparaíso, el viejo puerto del pacífico chileno.

Llegué a Santiago, la capital de Chile, y mi querido amigo, el después famoso director de cine Raúl Ruiz, en aquel entonces soñador y adolescente como yo, me mostró su Santiago querido, y luego me acompañó por la “Ruta de Neruda”, visitando sus tres casas: ¨La Chascona”, “Isla Negra” y “La Sebastiana”, en aquel entonces habitadas por Neruda, siempre con la secreta intención de encontrarnos con el poeta. Eran los tiempos de Allende en el poder y Neruda participaba de casi todos los eventos tanto culturales como políticos, era invitado a escuelas, sindicatos, centros académicos, era una estrella, y era difícil de localizar.

Con Raúl, recorríamos los barrios que eran sus predilectos, como el barrio de Bellavista, de arquitectura colonial y de aire bohemio, recostado sobre la ladera del cerro, cercano al centro de Santiago pero aislado del bullicio.

Raúl insistía que debía conocer a Neruda, pero aunque lo llamaba, era difícil encontrarlo debido a sus múltiples actividades, sin embargo, el destino quiso que algo bello sucediera.

La Radio de la Universidad Católica me había invitado a una entrevista por mi carrera de actriz en la Argentina y por haber obtenido la beca en Valparaíso. Raúl me llevó a la radio para la entrevista y con gran sorpresa estaba allí, nada menos, que Pablo Neruda.

La reunión con los estudiantes y Neruda fue maravillosa, no solo me recibió cariñosamente llamándome “Rubita”, sino que cuando le pregunté sobre sus “Poemas del Capitán” y su cuestionada autoría, me bromeo diciéndome que si le recitaba algunos poemas me lo diría. Fue emocionante recitarle sus poemas, él mismo los seleccionó. Se mostró muy complacido mientras le recitaba, sonreía y acompañaba los versos, rodeado de estudiantes que lo admiraban. Me comentó, con su acento marcadamente chileno, que tenía bellos recuerdos de Argentina donde vivió un tiempo y fue muy publicado.

Se sorprendió que yo recitara en mis actuaciones, su famoso poema sobre la Guerra Civil Española, “Explicaré algunas cosas”, donde habla de su barrio de Argüelles y de su casa de las flores que luego fue bombardeada.

Me preguntó por mi carrera de actriz, las películas que había filmado; el cine, sin duda, le interesaba, consideraba muy bien que me hubieran dado la beca para la Universidad de Valparaíso. Me habló de ese puerto que él quería mucho y de su casa “La Sebastiana”. Con su cuerpo obeso y su gran papada, parecía un rey entre los jóvenes que estábamos extasiados escuchándolo. Me dedicó los versos del Capitán y me decía “Rubita” “Rubita”… mientras los estudiantes festejaban como si fuera otro poema. Fue maravilloso haberlo conocido y compartir esa velada en la radio de la Universidad.

En otro viaje que hice a Chile, quise volver por la calle levemente empinada, hasta la “La Chascona”, que el poeta bautizo con ese nombre, por su construcción en forma de faro, sus terrazas y jardines y una arquitectura un tanto desordenada. Desde sus amplios ventanales se ve la Cordillera de Los Andes.

Actualmente es un Museo, Ana María Díaz, directora de la Casa, me explicó que “la Fundación Pablo Neruda fue creada en l986, por voluntad del poeta, quien legó sus tres casas como museos, al pueblo chileno”. Su esposa Matilde vivió en la Chascona hasta su muerte y se ocupó de todos los aspectos de la Fundación, que hoy custodia este patrimonio cultural.

Este lugar guarda el amor secreto de Neruda por Matilde, guarda también, la memoria de los saqueos, en tiempos de agitación política, por eso cuando Neruda muere, lo velan en La Chascona, en medio de los destrozos. La casa se restauró y conserva el mobiliario que usara en vida la pareja: su típico bar, sus libros y el cuadro que pintara para Matilde el artista mexicano Diego Rivera.

Seguí la ruta hacia su casa de Isla Negra, que no es isla ni es negra, el verdor y bellas residencias acompañan esta morada donde Neruda pasaba frecuentes temporadas preparando las ediciones de sus famosos libros: Veinte Poemas de amor y una Canción Desesperada, Residencia en Tierra, Canto General, Odas elementales, rodeado de amigos y de su colección de mascarones de proa.

“Yo construí la casa, la hice primero de aire”- canta el poeta a su hogar de Valparaíso, donde llegamos por la carretera panorámica sobre el mar.

Valparaíso fue un importante puerto en el siglo XIX, un lugar lleno de carácter que el poeta amaba especialmente. Esta casa era la de sus sueños, la terminó y la inauguró con sus amigos un 18 de septiembre de l961. Cuelga de un cerro, con cinco pisos y miles de ventanas desde donde se ve el pintoresco puerto, los cerros con sus típicas casas coloreadas y la infinitud del mar que siempre lo inspiró.

Se abrió como Casa Museo, recién en 1992, exhibe todo aquello que acompañó al poeta: su amplio bar, el comedor donde recibía amigos y en el último piso, su escritorio, junto al viento y el mar.

Chile y Neruda son como una sola alma, el poeta le canta a su tierra natal y ella le responde con su eterno recuerdo.

Como entonces, su presencia vive en el Chile de hoy, en sus casas de loca arquitectura, en los lugares que su mirada hizo poesía y en el maravilloso patrimonio literario que nos legó, no solo a los chilenos sino a todos los que amamos la poesía”.

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