Intereses generales

Por Juan Tomás Frutos

Siempre he creído en la Humanidad, y aún creo, como medida de esta Naturaleza que nos rodea, de un ecosistema raro a veces, pero maravilloso en lo profundo y en su aspecto diario. Claro que todo es cuestión de perspectiva, mas no olvidemos que a menudo el eje de la mirada lo ponemos nosotros y también los resultados anhelados, perseguidos. Hemos de ser coherentes, esto es, no contradictorios.

La confianza y la credibilidad en la Creación, en la libertad intelectual, en la autonomía física, en seguir adelante desde la contemplación de los intereses generales, y también de las minorías, son las bases de un modelo de convivencia que precisa paz y justicia en todos los órdenes y, como derivación de todo ello, ha de producirse menos ruido.

Pongamos manos a la obra cada jornada desde el afán de la concordia, de la comprensión, de avanzar con recorridos y peticiones que nos fomenten la jovialidad partiendo del universal del amor, que nos reconforta y nos proporciona tanto y tanto, fundamentalmente la razón de la existencia.

Cuando oteo ejemplos podridos de violencia me siento conmovido y roto por un destino que debería ser más halagüeño. La superación de las pugnas ha de ser una constante desde el método de la palabra, de la asamblea, del ágora y el foro, de los puntos de encuentro, que siempre son más de los que expresamos.

Vivir es ser, y para ser hemos de ejercer la tolerancia y el respeto. Como divisa de ello está la vida humana, que debe ser preservada, limpiada, mejorada, mimada, ensalzada como estandarte de una sociedad en progreso. Hemos conseguido mucho juntos como para acatar los peores fantasmas de los fanatismos.

La firmeza en esto ha de ser nítida desde el convencimiento de que nos jugamos el patrimonio intelectual y democrático que hemos heredado y que hemos de legar en mejores condiciones a nuestros hijos y nietos. El barco de los buenos propósitos debe ser preservado para llegar al puerto en el que todos expresemos con libertad quiénes somos y cómo avanzar conjuntamente.

Educación

Han de ser superados los recelos y hemos de expandir la educación como sustento de un porvenir en el que todos cabemos, en el que todos respetemos las nobles reglas constitucionales. El derecho a la vida es esencial.

Lloremos, pues, por los que, tras un arduo trabajo, en compañía de sus seres queridos, de sus amigos, de sus vecinos, intentaban ser dichosos en un mundo complejo y en crisis. Padres, madres, hermanos, hijos, gentes de bien que hicieron todo lo posible por construir su país, Europa y el mundo, y que han quedado recientemente en el altar de los sacrificados por la barbarie. No lo podemos entender: no es aceptable. No puede ser.

El compromiso con las almas, con los intelectos, con las elucubraciones, no ha de tener fisuras. La cooperación, el altruismo, la cesión, el encuentro, la solidaridad, los óptimos fines, las contribuciones existenciales, la amistad, el aprendizaje y multitud de sentimientos en positivo son las bases de la espiritualidad que cuida de los progresos, también de los materiales, para que la justificación y la explicación sean coherentes.

No hay más itinerario que el cimentado sobre el apoyo recíproco. Las posturas solitarias, interesantes en ocasiones, no valen cuando hablamos de los intereses generales. Para quien no lo tenga claro digamos: “No a la violencia, no a las imposiciones fracturadas y forzadas, y no al terror”. Si debemos repetirlo, lo haremos.

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