Cuando hacemos famosa la discapacidad

Por Ana María de Luis Otero

Una vez más, dentro de todas las que se ven a diario, existen muestras de indiferencia, falta de solidaridad, caridad, o llámelo usted como quiera. No es infrecuente ver a un discapacitado, ya sea físico, sensorial o intelectual ser arrollado por la gente que se cruza de acera, los evita y si llega el caso, realmente no saben cómo intervenir con ellos.

Quizá en este caso concreto y en este momento concreto de este día concreto tengamos que dar las gracias a El Langui por haber hecho de una situación normal, una, excepcional.

Que las sillas de ruedas, scooters, sillitas de niños, y otros elementos tipo bastones de ancianos, de ciegos, etc, etc se ignoren en los medios de transporte de todas las ciudades, especialmente, en las grandes, es una realidad que las personas con discapacidad, notan, advierten y sobre todas las cosas, sufren.

No hay nada más que ver una cola de autobús para que seas golpeado y arrastrado y no digamos si quieres hacer uso de los sitios adaptados para personas con movilidad reducida, ancianos, embarazadas…Lo más probable es que estén ocupados por personas que cierran los ojos, te ignoran o miran el móvil porque no tienen fuerza de mirar un discapacitado a la cara no vaya a ser que muerda.

El problema no está ahí. Tenemos derechos, hay legislación, existen normas, se establecen criterios, pero nunca jamás se ha detenido la sociedad a enseñar al prójimo qué significa la discapacidad. La realidad palpable es que todos hemos aprendido porque hemos tenido un caso que nos llega, que nos duele, que nos afecta. Si todo esto se educara en la escuela, entonces, y solamente entonces, nos detendríamos a pensar cómo será la escalera que utilizo para bajar, cómo están los carteles hechos, cómo podría deambular por la calle si no hay rampas, ayudas, asideros, etc, etc, y así una infinidad de defectos, inconcebibles llegados al año 16 del XXI.

Nada se piensa y poco se hace a pesar de la comunicación que hay entre las personas. Quizá si existiera un programa de educación obligatorio, los niños valorarían qué significa tener piernas, qué supone no ver nada o cómo estudia un niño que no oye. De esos mimbres sacaríamos adultos comprometidos, capaces de distinguir con sensibilidad qué significa ayudar, y solamente entonces, viviríamos en una sociedad que no apuesta por tener el último smartphone y le importa un pito si se cae una persona mayor en la calle.

Juan Manuel Montilla, 'El Langui', ha ganado la batalla porque ha montado un pollo y en este caso es un pollo mediático. Gracias amigo por hacer que el resto de las personas invisibles, a pesar de llevar silla, no lo sean ahora. La Comunidad de Madrid modificará la normativa con el fin de permitir el acceso de scooter para personas con movilidad reducida a los autobuses interurbanos tras analizar el resto de las reclamaciones de viajeros ya que no existía regulación al respecto.

Quizá cuando a pesar de las comisiones de discapacidad, a pesar de las jornadas de accesibilidad  y todas las mandangas que se procuran desde los despachos y a pesar de todo el papeleo que hace que no se tomen medidas y sí mucha dirección general de discapacidad, a lo mejor, si se adoptan soluciones inmediatas como las que ha procurado Pedro Rollán, quizá toda la sociedad crea en que la política ya que hacer política no es salir en un cartel para que te voten, ni pensar en programas magníficos para ganar sillones; es plasmar y aportar soluciones para las personas que no pueden elegir.

La obviedad es que al final son los pacientes los que mueven el cotarro, asociaciones que luchan por los derechos de las personas, familias que se movilizan para conseguir fondos, ellos, no ustedes queridos sujetos que aparecen en las portadas de diarios. Ellos son los que luchan por sus derechos y los que llegado el caso movilizan a las comisiones, famosas comisiones, que no hacen otra cosa que pensar porque siempre llegan tarde.

Que se pongan Sánchez, Rivera, Iglesias y Rajoy por este orden en fila india con una silla de ruedas e  intenten vivir una sola mañana por la jungla de Madrid, que le cuenten a una de esas personas invisibles qué se siente. ¿Qué le sucedió a Antonio Carmona cuando lo hizo durante la campaña en Cibeles? Que les cuente, que les cuente…

Cuando acaben, cojan un bastón de ciego e intenten cruzar una calle, o tal vez tan solo, pidan ayuda. Cuando se den cuenta, qué significa la discapacidad, quizá estas situaciones no lleguen a este lamentable suceso  y recuerden todos cada mañana, todas las personas serán discapacitadas alguna vez. ¿Esperamos a entonces para darnos cuenta o tomamos medidas ya? No se olviden de incluirlo en sus magníficos programas sociales que pasan de puntillas por la discapacidad.

Siempre de puntillas no vaya a ser que nos toque. Y no hablemos de los que aparcan en las zonas destinadas a personas con movilidad reducida. “Es que es un momento”, “Ahora mismo vuelvo” y “ande yo caliente, ríase la gente”. De eso hablamos mejor otro día que me cabreo.

Gracias, Juan Manuel, por ayudar al resto.

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