La Varsovia sombría (y III)

Por Paco Audije

En las dos entradas previas, nos hemos referido al conjunto de medidas y síntomas del deslizamiento de Polonia hacia lo que –púdicamente– llaman ‘derecha fuerte’ o ‘gobierno ultraconservador’. En realidad, el fenómeno abarca reformas muy regresivas en múltiples direcciones. Y se refieren a una deriva que tiene ejemplos claros –antes que en Polonia– en otros países de la Unión Europea. Sobre todo en el este de la UE.

Reformas del sistema judicial, reforma de los medios de comunicación públicos y privados, reformas educativas. Todo destinado a reforzar el “patriotismo” y los “valores católicos” contra “la degeneración” de lo europeo. Ewa Ruminska-Zimny, economista, vicepresidenta del Congreso de las Mujeres polacas, una organización calificada de “moderada”, se inquieta: “Nuestra democracia laica se está convirtiendo en un Estado autoritario católico” ('Le Nouvel Observateur', 28 de enero de 2016).

¿Cómo se puede exorcizar un periódico?
La división entre la percepción en Varsovia y en lugares más apartados del país es muy distinta. El PiS ha perdido popularidad, pero tiene sus raíces populares, sobre todo fuera de la capital y otros grandes núcleos urbanos, en los sectores más tradicionalistas. Polonia es una nación que se afirma católica al 90 por ciento. Y los fundamentalistas religiosos católicos no faltan.

Ejemplo, en diciembre, hubo una manifestación ante la sede del diario 'Gazeta Wyborcza', periódico dirigido por el viejo disidente Adam Michnik, histórico del sindicato Solidaridad. Convocados por una asociación llamada Cruzada del Rosario y dirigidos por un religioso, los manifestantes acudieron a una convocatoria que pretendía “exorcizar” el periódico.

Pero la evolución es tal que otros católicos se inquietan por el uso político de sus creencias. También en el resto de Europa : “¿Cómo comprender que el episcopado polaco, que se levantó contra la dictadura comunista, se calle ahora o que incluso apoye veladamente esta deriva?” dice el periodista y escritor Michel Rosten ('La Libre Belgique', 1 de febrero de 2016).

El inspirador principal, Jaroslaw Kazcynski, líder del PiS, fue jefe de gobierno bajo la presidencia de su hermano fallecido en el célebre accidente aéreo de Smolensk. Un hombre singular. Siempre se ha dicho que vive solo con su madre y unos gatos. En su día, hizo investigar la serie Los Teletubbies para comprobar si esos muñecos animaban –subrepticia, subliminalmente– la promoción de la homosexualidad. Fantástico.

Deslizamientos autoritarios en la UE
Hungría, Polonia, Croacia Afortunadamente, hay otra Polonia democrática que resiste y que tiene detrás una larga historia de resistencia. Pero la Polonia de los Duda, Szydlo y Kaczynski se parece demasiado a la Hungría de Viktor Orbán, a la que ya nos hemos referido en estas páginas; y de algún modo, a la Rusia de Putin, que es el modelo de las modernas “democracias fuertes”.

Desgraciadamente, no son casos únicos en Europa. En Croacia, otro país de la UE, el gobierno anunciado el 22 de enero –que forman mayoritariamente ministros del histórico HDZ (el partido heredero del legado autoritario de Franjo Tudjman)– cuenta con Zlatko Hasanbegovic. Lo califican de “anti antifascista” (¡!). También ha vivido manifestaciones en su contra y ante las puertas de su ministerio, pero lo ha defendido el jefe del Gobierno diciendo que cree “que es un antifascista convencido” (?).

El segundo cuestionado en Croacia es Mijo Crnoja, ministro de los Antiguos Combatientes. Esa denominación, en un país resurgido no hace tanto de la guerra y la ruptura de la antigua Yugoslavia, no habla de un pasado remoto. Hay que recordar que Croacia proclamó la independencia en 1991 y se mantuvo en guerra hasta 1995.

Las denuncias contra Crnoja, partidario de crear un censo de “traidores a los intereses de la nación”, se han expresado también con humor balcánico. El 27 de enero, miles de manifestantes se declararon gais y alzaron la voz para hacer saber en voz alta que no iban a misa; gritaron que veían “las películas serbias sin subtítulos”. Recordaban así que el alfabeto cirílico es preferente en la tradición cultural serbia; mientras que históricamente los croatas utilizan el alfabeto latino. De modo que la lengua serbocroata siempre ha tenido esa doble versión en la escritura; una doble vertiente con relieves religiosos y políticos que verdaderamente lingüísticos. Aludían los manifestantes al hecho de que –otra vez– la enseñanza del alfabeto cirílico es de nuevo motivo de disputa política en Croacia. No está de más recordar que su uso –el del cirílico en Croacia– fue uno de los pretextos iniciales, una de las “las provocaciones”, que dieron paso al enfrentamiento total –finalmente dirimido con la guerra– entre Serbia y Croacia.

Por fortuna, de momento, el HDZ no cuenta con mayoría absoluta y sus socios minoritarios no están dispuestos a seguir las propuestas más furibundas y nacionalistas del tipo "hay que censar a los traidores" ('Le Monde', 29 de enero de 2016).

Débil reacción de la UE Al referirse (ver semanal 'Ahora' del 30 de octubre/5 de noviembre) a la cerrazón de los países del este de la UE y a los actuales debates internos de la UE, Artur Domoslawski, escritor y periodista de la revista polaca 'Polytika', ha subrayado: “La reacción de los antiguos países comunistas muestra una profunda crisis de la idea de Europa y de su solidaridad política y económica dentro de la Unión Europea”.

Aclaraciones e “ingerencia”
Por el momento, la Comisión se ha limitado a pedir “aclaraciones” a Varsovia sobre sus precipitados cambios legales. El mismo presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, ha llegado a hablar de esos cambios en Polonia como de “propios de un golpe”. Schulz se negó después a disculparse ante la protesta de las autoridades polacas y ha  advertido contra la “putinización de la política europea“.

En el pasado, ya la UE admitió repentinos cambios legislativos adaptados a su persona y el control de Silvio Berlusconi sobre los medios públicos, además de los privados, en Italia. Y más tarde, la Hungría de Orbán ha seguido el mismo camino y controla la totalidad de los puestos de la institución que gobierna la radiotelevisión pública húngara.

Por eso, la posibilidad de que la Comisión retire el voto a Varsovia en asuntos comunitarios –posible jurídicamente– es poco creíble. Quedó claro en el debate que tuvo lugar en el Parlamento Europeo el pasado 19 de enero. Beata Szydlo pudo mantener la cara reiterando su idea de Europa y vanagloriándose de su victoria electoral. Habría que recordar que apenas votó la mitad del censo y que (sensu stricto) el PiS obtuvo el 19% de los votantes potenciales. Y aunque no faltaron los eurodiputados críticos, también en los bancos conservadores, Szydlo obtuvo apoyos sobre todo provenientes de los tories británicos y de otros euroescépticos. Varios de estos europarlamentarios rechazaron la “ingerencia” en asuntos internos polacos.

En Polonia, sigue habiendo una ciudadanía que muestra mayor perspectiva europea que su gobierno, que mantiene la amplitud de miras y que defiende su cultura histórica al completo, más plural y democrática. Pero en este momento esa parte de la sociedad polaca está fuera del gobierno, condenada a resistir un horizonte sombrío.

En medio de las protestas de diciembre algunos han visto en esas movilizaciones callejeras, convocadas por el citado KOD (Comité de Defensa de la Democracia) un nuevo movimiento Solidarność. Porque ahora se sugieren paralelismos actuales con el sindicato Solidaridad y el histórico KOR (Comité de Defensa de los Obreros), donde junto a Lech Walesa (el más conocido internacionalmente), hubo otros como Bronislaw Geremek, Tadeusz Mazowiecki, Adam Michnik o Jacek Kuroń (ateo, expulsado del partido comunista o Partido Obrero Unificado Polaco).

Representaban algo más que una sola ideología o una sola capa social. “En 1989, trajeron a Polonia la libertad y la democracia”, resume el periodista Jaroslaw Kurski ('La Libre Belgique', 11 de enero de 2016).

Hace unos años, el mismo Adam Michnik, ese miembro histórico de Solidarność, disidente entonces y actual director del diario 'Gazeta Wyborczka': dijo una frase definitoria: “Lo peor del comunismo es siempre lo que viene después”.

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