Los fontaneros son unos sinvergüenzas

Por Daniel Ordás

Unos días antes de las fiestas de Navidad, se me rompió el grifo de la cocina. Nada grave, suele pasar cada cuatro años o antes, según lo bien que lo arreglen. Invité a todos los fontaneros de mi ciudad a que vinieran a hacer ofertas y pasar presupuestos. Acudieron 350.

Entre los 350 destacaban un señor mayor que es el que se ocupó del mantenimiento los últimos años, un jovencito de una de las mayores empresas de la ciudad y dos chicos que no conocía, pero que se pusieron en primera fila a dar consejos. Los 350 estaban un poco confusos por la cantidad de nuevos fontaneros que de repente había en la ciudad y no se fiaban mucho los unos de los otros. Mientras yo achicaba agua con un balde los fontaneros se pusieron a pelear por los aparcamientos delante de mi casa, para tener la furgoneta más cerca de la puerta.

Primero le pregunté al de la barba, el mayor que se dedicó al mantenimiento, y me dijo que no era nada, que ya lo arreglaría él cuándo tuviera tiempo, que en vez de dedicar tiempo, dinero y atención al grifo que chorreaba, pusiera fibra óptica en toda la casa y me dedicara a otra cosa.

El guapete se enfadó mucho y le gritó que no se puede ignorar una avería en la cocina y que si el viejo no pensaba hacer nada, se pondría él inmediatamente a cambiar el grifo. Le pidió una llave inglesa a uno de los fontaneros y un martillo a otro. El del martillo dijo que no estaba dispuesto a darle la llave si no le dejaba a cambio hacer la revisión de la ducha y el de la llave inglesa salió al balcón a fumar, porque según él el del martillo era un chapuzas y él no estaba dispuesto a poner herramientas para una obra común.

Yo ya estaba un poco hasta las narices. Por la puta avería en la cocina ya se estaba hinchando el parqué y del lavavajillas salía una espuma rara. Cuando ví que ya goteaba también el retrete le pegué un grito a los inútiles fontaneros que seguían discutiendo con las manos en los bolsillos. Le dije al viejo que o se ponía manos a la obra o le daba el contrato a otro. Él me dijo que no tenía suficiente fuerza para desmontar la tubería y arreglar la avería y que necesitaba la ayuda del joven fuerte y del de la llave inglesa, pero que el joven no le hacía ni caso. Le dije al joven que se pusiera las pilas para arreglar la avería porque el agua ya chorreaba por la pared, muy cerca de los enchufes. Al joven le veía con ganas, pero se colgó al móvil para llamar a la empresa, hablar con la secretaria, consultar con otro fontanero, preguntar al que había hecho el mantenimiento años atrás y casi me desespero.

De repente el otro joven, que no tenía mucha pinta de fontanero, pero parecía haber leído un par de libros sobre grifos y tuberías empezó a dar martillazos contra el grifo y a decirle al guapo que lo arreglarían entre los dos, con alguno de los despistados que andaban por allí entre Ducados y San Miguel. El guapo se enfadó y le dijo que el jefe era él y que no se tocaba nada hasta que no hablara con todos los de su empresa. Y además necesitaban al de la llave inglesa. Mientras tanto la ducha hacía ruidos raros y los vecinos ya se asomaban a la puerta a ver qué estaba pasando. Al jovencito le di un plazo y le dije que si no estaba arreglado en marzo, los mandaría a todos a la mierda y volvería a sacar a concurso la obra.

El del martillo dice que lo mejor es tirar la casa e ir a lavarnos a la fuente mientras no se construya una casa con mejores tuberías, el de la llave inglesa dice que lo mejor es reformar toda la casa, pero sin molestar a los vecinos ni mover mucho los muebles. El viejo dice que, si el guapete no se atreve a arreglarlo, él lo hará, pero solo si le echan una mano. El vecino de abajo dice que ya se ve la humedad en su techo, la administradora del inmueble me llamó para avisar que o arreglo la avería o me cortan el agua. Los críos y mi mujer están de pésimo humor y dicen que los fontaneros no sirven para nada y el agua ya se ha colado en el comedor y los dormitorios. Mi hijo mayor se ha encerrado en su cuarto y dice que su dormitorio ya no forma parte de este piso, pero que seguirá usando la lavadora, el microondas y la Playstation hasta que consiga otra.

Mientras los cuatro cabecillas se pelean en la cocina, alguno de los 350 se ha metido un jarrón en el maletín y dice mi mujer que faltan tres cucharillas de plata y una cámara de fotos. Estoy hasta las narices, si en marzo no lo arreglan los mando a la mierda pero alguno de los 350 es tan cara dura que dice que si sigue la avería y saco de nuevo a concurso la obra él se apunta otra vez y me mandará el mismo presupuesto que en diciembre.

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