Los mayores cuentan

Por Carlos Miguélez

Hay personas que tienen que subir más de tres pisos para acceder a su vivienda porque no hay ascensor, muchas veces con problemas de movilidad, con la vista deteriorada. Se convierten en espectadores de la vida cuando pasan días, semanas o incluso años sin que puedan salir a la calle. El aire que respiran está encerrado por las cuatro paredes de su casa; conocen el mundo a través de lo que escupe el televisor, de la imagen que les devuelve un espejo o del trozo de mundo que ven desde la ventana.

Distintas organizaciones sociales han luchado contra el aislamiento de las personas mayores por medio de programas intergeneracionales de compartir vivienda, de voluntariado con visitas para dar un paseo, compartir conversación o un rato de ocio.

Pero empiezan a dar un paso más.

Maripaz se sentaba al frente de una clase del colegio Tres Olivos, en Madrid, para hablar de sus vivencias como persona mayor. Cerca de 40 estudiantes de ciclo formativo (18 a 23 años) la escucharon contar que vive en un 4º piso sin ascensor. Aunque no tiene problemas de movilidad, en los últimos años se le ha deteriorado la vista, lo que le impide cada vez más salir de casa sin compañía. Muchos días se encuentra deprimida.

La idea de dar charlas en colegios surgió en una reunión del grupo de sensibilización compuesto por voluntarios y “usuarios” de un programa de voluntariado con personas mayores. Testimonios como el de Maripaz sirven para dar a conocer entre los jóvenes la soledad no elegida ni asumida de muchas personas, las barreras arquitectónicas y algunos impedimentos físicos como falta de visibilidad, dolores o problemas de movilidad.

Estas dolencias incrementan el aislamiento con consecuencias como la depresión, ansiedad y enfermedades del cuerpo. Conocer esta realidad interpela a los jóvenes para hacer algo por los demás y siembra en ellos una semilla de solidaridad que puede germinar algún día.

Además de sensibilizar, las charlas sirven también para promover el voluntariado como respuesta colectiva a los problemas de las personas mayores. Más que de “ayudar” y prestar servicios, se trata de promover un envejecimiento activo y de empoderar a personas que pueden participar y tener un papel más activo en nuestra sociedad.

Las visitas no sólo aportan compañía. Sirven también para conocer y para denunciar dificultades que tienen para hacer efectivos derechos básicos. Por otro lado, promueve relaciones intergeneracionales por medio de encuentros y de actividades que incorporan tanto a personas voluntarias como a mayores.

Ciertos cursos de formación puede servir para enriquecer la convivencia intergeneracional. La brecha digital que produce la incesante evolución tecnológica presenta nuevas oportunidades para ofrecer cursos sobre cómo manejar computadores, teléfonos móviles, Internet y otras herramientas que pueden fomentar la participación de las personas.

Empresas tecnológicas como la española Wolder plantean donaciones de teléfonos móviles adaptados a las necesidades de personas mayores, con diseños sencillos y botones que respondan a posibles emergencias y a sus dificultades más habituales. La colaboración de estas empresas con organizaciones sociales puede servir como paradigma de una auténtica Responsabilidad Social Corporativa, alejada de algunas de bancos, cajas y grandes empresas que sólo lo han utilizado como estrategia de imagen y de marketing en actividades sin continuidad y sin formación.

Aunque estas iniciativas refuerzan las habilidades sociales de las personas mayores y las mantiene activas, con frecuencia las personas voluntarias sostienen que este encuentro les aporta incluso más a ellas que a quienes dedican unas horas.

El voluntariado contribuye a que las personas mayores se conviertan en sujetos de derecho y no en meros objetos de beneficencia al incorporar la riqueza que suponen sus años de experiencia y de vivencias. Además se promueven las relaciones entre vecinos y otros vínculos entre personas de distintas edades.

Durante la charla de Maripaz se proyecta un video que cuenta con diapositivas la vida de Paquita, otra persona mayor. Su historia de rupturas, de separaciones, de privaciones y de pérdidas está también llena de esperanza y aporta un mensaje clave: todas las personas mayores están marcadas por su pasado; todas las personas llegarán en algún punto de su vida en que se pregunten cómo les ha podido pasar todo eso que llaman “la historia de su vida”.

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