Cuéntame cómo pasó

Por Ana María de Luis Otero

Se nos ha caído un mito bueno, dos, unos mitos, porque hablamos en plural… En los asuntos del choriceo, el soborno y esas lindezas siempre hay más de uno en la barca. Remar en la misma dirección es la condición sine qua non los que se hacen ricos deben además de callar, seguir remando como si nada hubiera pasado. No miro a nadie pero la lista va engordando día a día y amenazan con publicarla entera en breve. Brevis, breve, no será… Aquí no se libra ni el apuntador, que era ese que pasaba desapercibido pero siempre te soplaba el texto.

El caso es que hoy, los Alcántara han vivido el papel en vivo y en directo. Me pregunto si, ya si eso, como dicen ahora los jóvenes, grabarán las escenas en donde jueces y fiscales les pregunten, ¿qué hay de lo mío?

Como dice el derecho romano, todo español es inocente mientras no se demuestre lo contrario; por tanto, Dios me libre, todos son buenos y santos pero casualmente llaman al mismo gachí que le ha llevado al trullo a Granados y a su colega de barrio, Marjaliza.

Todo esto nos tendría que dar igual si no fuera porque hay tres millones de personas que han salido de la clase media, así, de un plumazo. Personas que aún trabajando son técnicamente pobres. Niños que se desmayan en clase porque no han desayunado, quizá no cenaron tampoco y se mantienen porque hay profesores que les compran leche y galletas. Estamos hablando de España, es el siglo XXI, es primavera y mientras sus Señorías se entretienen y debaten quién pacta con el mejor postor, las personas poco a poco van empeorando su calidad de vida.

Si no fuera porque hay cinco millones de parados nos tendría que dar igual, porque todos llevamos móvil, vamos en coche y dormimos en una cama. Pero no, no hay pobreza visible,  pero sí existe una pobreza extrema si hablamos que la mayoría no lleva una dieta mediterránea, no se comen cinco piezas de fruta ni al mes y no ingieren ni carne ni pescado a diario. Sigue siendo España, no se crean. Mientras nos entretenemos en gastar dinero en cambiar calles, en hacer folletos, papeletas y posters de los cuatro magníficos, en pagarles el iPhone, el iPad, el iPod y no sé si hay más “Ais” porque si no, también los tendrían, ¡claro!

Engalanarán las calles si Dios no lo remedia, escucharemos más de mismo; sanidad, recortes, educación, pensiones, dependencia, y tú más,,, y también hablaremos de putas y capillas como si esto fuera el oeste; solamente nos faltan las pistolas, John Wayne va a resultar un aficionado.

Me quedo tranquila porque el constitucional avala que se le puede llamar corrupto a un político. No sé yo si será alguna vez la palabra que más veces se haya pronunciado en los informativos. Aquí el que no corre, vuela, y ya podemos cantar tranquilos, Imanol y Anita, “Cuentáme, cómo te ha ido, si has conocido la felicidad…”

Pero que conste, que hasta que no se demuestre lo contrario, sois inocentes. Siempre se puede cambiar el final de una película, vosotros diréis. De momento, la finca de Chapinería no podrá venderla, para empezar a hablar de cuentos.

¡Eso sí, “Declárate X”!  Bueno, declaraos, también en plural.

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