La farsa electoral continúa en España

Por Andrés Sorel

De nuevo con Stanislav Lec, escritor naturalmente casi desconocido. Y escribe Stanislav Lec: el reconocimiento de que el mundo es bello me lo suelen exigir los que han hecho que me dé asco.

Y esa frase tan acertada, me lleva a pensar estos días: los que nos hablan de lo excelsa que es la democracia, la grandeza de la política, y la necesidad de participar en las elecciones, son los mismos que emporcaron, apenas nacida, la democracia, sometiéndola a los intereses de los poderosos, siempre en nuestros días la banca, las oligarquías, instituciones como la Iglesia, la Monarquía, la Ley, el imperialismo norteamericano o las cúpulas del poder alemán y del Mercado Común europeo.

Sobre gran parte de la llamada clase política, basta seguir las informaciones sobre la corrupción, escuchar a los dirigentes en sus melopeas verborreícas y repetitivas, ayunas de ideas, pensamientos y sinceridad, y en cuanto a las elecciones se han convertido en una farsa de espectáculos más o menos groseros o inocuos, más propios de las barracas de feria, o representaciones públicas de ínfima categoría, eso sí, confeccionados con el mal gusto de la llamada cultura de masas.

Cuando en las protestas revolucionarias del 15-M numerosas personas clamaban contra este escenario que apuntamos, se cumplían otras palabras de Stanislav Lec: ¡Aullad! Os sentiríais millones de años más jóvenes.

Lo malo es que existen demasiadas fuerzas del orden, no solo policiales o jurídicas sino del mundo conservador y alienado que se ha ido creando en las últimas décadas, e impera lo políticamente correcto para evitar los aullidos que debieran extenderse. No miremos el día después. Hablemos del presente del futuro. S. Lec.

No tengamos miedo a las palabras. Ellos, los estetas, los aristócratas, las duquesas que exhiben los interiores de sus palacios, las baronesas que administran museos del arte, los banqueros de inmensas fortunas que exigen gobiernos fieles a sus intereses, los escritores que renuncian a pensar por cobrar el dinero de otras manos sucias, se han alimentado y alimentan de la mierda, los vómitos, las enfermedades, las muertes por hambre, los hornos crematorios, las guerras genocidas, el día a día cotidiano de los desahuciados de los pueblos del mundo.

Mas para cambiar la misma política, ahora se habla de hombres o mujeres guapos. Visten sus galas para ocultar sus fétidos interiores. Y eso es lo que van a mostrarnos quienes los exhiben en los grandes medios de comunicación. Hienas de las que parece prohibido hablar, que el brazo de la censura para el lenguaje y la crítica sigue siendo demasiado alargado.

Censuras y autocensuras habitan en los cráneos huecos de gran parte de los triunfadores del mundo de la cultura para no ser incorrectos. Y a los que se revuelven contra ella, en la música, el cine, la literatura, se busca despreciarlos cuando no insultarlos y lo más corriente, silenciarlos.

Y el lenguaje, que debiera seguir sendas como las marcadas por Artaud, Vallejo, Kafka, Benjamín, Canetti, Karl Kraus, Thomas Bernhard, por citar unos nombres, se ha tornado blando, zafio, mercancía, mercancía tan inconsistente como repugnante que llena los escaparates de las no librerías. ¡Qué tristeza que en un mundo como el que vivimos, pocos sean los que muestran su asco, sea solo con palabras!

El hombre fue inventando los instrumentos uno tras otro. Pero ya desde la prehistoria el hombre era un instrumento para el hombre. S.L.

Mientras el circo mantiene encendidas todas sus lentejuelas, en los medios de comunicación no se olvida relatar, día tras día, relatos sobre paraísos fiscales, personajes que gracias a la política o los negocios obtienen cuantiosas ganancias, detenciones de algunos de ellos casi siempre más para alimentar el sensacionalismo que con graves consecuencias penales: entretienen así a los espectadores lectores, con otra farsa, la de que la justicia es igual para todos. Y nuevamente nos encontramos ahí a Stanislav Lec: Y sin embargo, la humanidad progresa. Cada vez se juzga a los genocidas de un modo más humanos.

A los que se juzga. Porque el genocidio actual, que ya no gusta de las cámaras de gas pero si de bombardeos, alambradas, exterminio lento –a veces rápido– modernos campos de concentración, no puede ser juzgado.

¿Cómo y dónde los auténticos culpables van a juzgarse a sí mismos?

Se agrandan cada vez más las diferencias entre los pueblos, y entre sus habitantes; se disparan las fortunas de los poderosos y sus formas de vida mientras se reducen los medios de vida, empeora la situación social de la mayoría.

Lec: El sueño de los esclavos: un mundo en el que puedan comprar a los amos. Mucho me temo que con los conceptos ideológicos y la praxis política de nuestros días no se consiga sino aumentar más la diferencia y seguridad que separa a amos de esclavos, y agostar los sueños de estos acercándolos cada vez más a los tiempos de la vieja esclavitud, incluso satisfecha con el mundo en technicolor y virtual gracias a las nuevas tecnologías, y sin pensamiento, en que viven.

Y dentro de estos sueños, otro del escritor polaco en esta otra farsa cervantina: ¡Dichosos tiempos aquellos en que eran los banqueros y no los desahuciados quienes se arrojaban por los balcones.
Pero claro, estos temas y palabras qué pueden decir a los catecúmenos del circo…

Refugiémonos una vez más en Stanislav Lec: También el analfabetismo de los demás hace más difícil escribir.

Sonó la campana. Se dispara la presencia de los candidatos de uno a otro rincón de las Españas. Se multiplican las tertulias de los idénticos personajes que las alimentan y que también ocupan las páginas de los periódicos. Un puñado de los verdaderos poderosos que no necesitan de elecciones para gobernar, observan el espectáculo con ironía y desdén, porque serán ellos, desde bancos y empresas, ganen quienes ganen, los verdaderos amos del gobierno.

Porque ellos, como escribe Lec:  No hace falta que tengan mucho que decir los que puedan dar órdenes con un gesto.

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