Los niños de la tribu

Por Ana María de Luis Otero
He sido paciente en la UCI del Hospital La Paz. Espectadora de una escena desgarradora cuando fui madre por segunda vez. Una madre drogadicta cedía su hijo a la Comunidad de Madrid. Alegó que no podía con esa carga porque estaba enfermo. Una cinta de embalar cubría la urna en donde estaba su hijo con el síndrome de la abstinencia, con un lamento desgarrador, rojo, a veces, pálido, y una leyenda que decía “propiedad de la Comunidad de Madrid”  fue entregado, así de rápido.

Al cabo de una semana, apareció un matrimonio de edad madura. “Ya saben ustedes que no va a ser fácil. Criar a un hijo con el síndrome de la abstinencia les va a costar. No come, no mama, no duerme bien”.
No nos importa, decía la mujer con cierto agrado. Hemos esperado mucho tiempo”.

Ese niño tuvo suerte y fue adoptado a pesar de su problema. Él no tenía que haber nacido porque el estado de su madre era deplorable, pero lo hizo. No sabía quién era su padre y su madre, la biológica firmó y lo entregó porque no tuvo más remedio, o sí. Otros niños que no tuvieron tanta suerte pasaron a ser propiedad de Asuntos Sociales, Deo Gratias.

Permanecen en los lugares destinados para ellos porque nadie los ha querido, nadie, ni padres jóvenes ni maduros. Ninguna persona se ha hecho responsable de que ellos hubieran nacido. Y se han criado en una tribu.

Un lugar en donde niños abandonados son cuidados con esmero por personas cualificadas. No les falta de nada. Tienen una cama limpia, ropa, una televisión, un salón de estar, una educación, un tutor que se encarga de ver cómo van, pero no tienen lo más importante, una familia. No saben adónde pertenecen, no saben por qué les dejaron allí en aquel momento, a los dos, tres, cinco años… Otros han sido maltratados, muchos han visto escenas crueles que no han sido evitadas y están en la tribu.

Crecen y cuando ya tienen 18 años pasan a formar parte de la sociedad. No tienen adonde ir porque no tienen a nadie, y comienzan la aventura de vivir. Suelen formar una familia porque echan de menos lo que no han tenido. ¿Y saben una cosa?, suelen ser padres adorables. Cuando uno ha sido padre, o madre, hablemos bien no vaya a ser que se nos rebelen las masas, uno sabe qué sucede. La responsabilidad cae como una losa sobre nosotros porque ese niño desde el minuto uno pide ser ayudado.

No sé cómo se puede hablar con tanta ligereza de la educación de un hijo. ¿Y si éste está enfermo de por vida? ¿y si resulta que no puede andar? ¿y si tiene problemas, muchos problemas? Porque los niños no nacen rubios con ojos azules y como en la foto de Telva. Todos, y digo todos, dan problemas porque son personas. No comen, no duermen, no andan, padecen enfermedades, sufren, etc, etc, ¿quién los va a cuidar, la tribu? Sí, claro, claro que lo hacen cuando no hay más remedio pero digamos que sus padres, los dos, lo harían un tanto mejor, no por nada, sino porque le darían un amor infinito y podrían hacerlo identificando al bebé como propio, no es suyo, solamente es su hijo.

No voy a dar más voz a una persona que no tiene hijos y que habla con tanto desprecio de sí misma. “Ser puta, mal follada” es una falta de educación y eso has dicho tú de ti misma, así que no me extraña que hables con ligereza de la maternidad. Supongo que tú perteneces a una familia y como has afirmado, “si yo pudiese formar parte de un grupo de personas que deciden tener hijos e hijas en común me satisfaría la idea…”

Se llama Anna Gabriel y si no habla, revienta. Pues ya sabes que has tenido tus párrafos de gloria. Quizá el día que seas madre te abras en canal si tiene un problema tu hijo. Entonces ve a la tribu a ver qué piensa. Se lo preguntas a la gente que para en la plaza. La gente, toda la gente que rodeará a tu hijo, no le ayudará siempre, a lo mejor, nunca. Solamente hace falta que tengas un hijo discapacitado para que lo sepas.

Pues nada, hija, comienza a reunir a personas a ver si entre todos parís y entre todos decidís. El sentimiento de pertenencia que dices a nivel biológico se tiene, sucede, no se busca, no se impone, simplemente sucede. Y las personas que se crian en una tribu, que son ayudadas por cuidadores, no lo tienen. Tienen un cariño inmenso, una gratitud que no cabe en unas líneas, pero acaban por olvidarse de quiénes fueron.

Muchos niños criados en la tribu tienen problemas psíquicos a lo largo de su vida por su falta de arraigo, por su carencia de sentimientos, por lo ilocalizable que es su sentido de pertenencia a la misma vida. Saben que tuvieron unos padres, pero siempre se preguntan ¿por qué yo? ¿por qué no me quieren? Eso significa que en los centros de acogida no quieran a los niños. Por supuesto que no, claro que no, los adoran, los tratan tan bien que es un lujo poder ser cuidado ahí, pero con todo y con eso, ese niñito de la urna, fue cedido por sus padres. Afortunadamente tiene otros que le cuidan y le habrán sacado adelante pero no fue a la tribu de la comunidad de Madrid. Y menos mal que existen que si no, qué sería de esos niños cedidos, abandonados, perdidos…

Los padres, las madres; esas personas que sacan adelante a personas, muchas con muchos problemas, con inmensos problemas que no caben en la banalidad de tu comentario, luchan cada mañana por ponerlos en pie, por bañarlos si están enfermos. Hijos que un día tuvieron en brazos pero que a lo peor, si tienen 40 años y son dependientes, siguen bañándolos como el primer día.

No vamos a dar más voz a una persona que no tiene respeto por las personas. Se pueden decir cosas, se puede cambiar el país, se puede hacer política pero todo es compatible con ser coherente, inteligente y sobre todas las cosas, capaz. Capaz de transmitir ideas que van a ayudar a la gente no a destrozar conceptos que ni siquiera nos pertenecen. El amor es lo que hace que haga lo que haga un hijo, le perdones, el amor es lo que hace que las familias destrozadas se unan, y aunque un hijo muera y tú le sobrevivas, el amor, inconmensurable amor que se tiene por ellos, hace que jamás, vivas los años que vivas le olvides. Eso no sé lo que es. Es amor, es amor hacia los hijos y sobre todo, sobre todas las cosas, respeto hacia ellos como seres humanos. Los padres nos limitamos a ayudarlos a crecer, educarlos como sabemos y nos equivocamos siempre porque no vienen con manual de instrucciones.

Cuando ya son mayores, deciden y es entonces, cuando ellos pueden entrar en una tribu, pueden subirse al Himalaya o pueden tener 14 hijos. Sobre sus decisiones no entramos y siempre, o casi siempre, dejamos la puerta abierta por si han de volver.

Lo has conseguido hija. Que hable alguien de ti, aunque sea mal. Pues la prensa, con todo lo que tenemos que decir hablamos de ti para enseñar a los demás, que lo que dices es porque no sabes, y no tienes ni repajolera idea qué significa ser madre. Y aún así, te perdonamos. El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra, mira tú por dónde.

Como decía mi padre, qepd,  “Cuando seas padre, comerás dos huevos”. Pues eso.

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