Negociaciones secretas en el TTIP

Por José Carlos García Fajardo
Desde las instituciones europeas nos han tratado de convencer de que el TTIP iba a ser beneficioso para todos ya que mejorará el comercio entre Europa y Estados Unidos. Pero con la filtración de las negociaciones del TTIPleaks se ha destapado lo que millones de ciudadanos europeos temían y muchas organizaciones denunciaban: con este nuevo tratado se van a anteponer los beneficios empresariales a los intereses de la ciudadanía a costa de rebajar los estándares que protegen nuestra salud y nuestro medio ambiente.

Lo mismo que con el CETA, un acuerdo similar con Canadá que además podría aprobarse este año.

Entre otros retrocesos, se consagran los beneficios económicos por encima de la salud y del medio ambiente; se igualan a la baja los estándares con Estados Unidos, lo que permitiría la introducción de alimentos transgénicos o carne hormonada; se cede poder a las grandes corporaciones; se renuncia al “principio de precaución” y se pasa a un enfoque “basado en el riesgo” que limita la capacidad de los estados de tomar medidas preventivas, por ejemplo, en relación con la toxicidad de sustancias químicas como los disruptores endocrinos.

Tampoco parece posible que se puedan cumplir los compromisos de reducción de CO2 de la Cumbre del Clima de París.

Mientras que la sociedad civil no ha tenido acceso a las negociaciones, los documentos muestran cómo a la industria sí se le ha consultado y ha tenido un papel privilegiado en el proceso de toma de decisiones. En varios capítulos, los documentos filtrados indican que la UE es altamente permeable a la influencia de los intereses de los poderes económicos e industriales, prosigue en su documentada denuncia Greenpeace.

Las revelaciones sobre cómo se negocia el TTIP muestran que nos han mentido. Nos ha mentido Cecilia Malmström, comisaria de Comercio en la Comisión Europea, cuando afirmaba que este acuerdo no iba a suponer una rebaja de los estándares ambientales en la Unión Europea (UE). Nos ha mentido Ignacio García Bercero, el jefe de la delegación de la Unión Europea en las negociaciones del TTIP, cuando quería tranquilizarnos con frases del tipo  “En el TTIP no aceptaremos nada que perjudique a los ciudadanos europeos”. Nos ha mentido el gobierno español y la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) cuando nos ha querido vender que este acuerdo es bueno para la ciudadanía. ¿Para qué sector de la ciudadanía?, preguntamos.

Ahora, a raíz de las revelaciones, el secretario de estado francés de Comercio Exterior ya ha dicho que las negociaciones deberían parar. También lo han dicho más de tres millones de europeos que firmaron una petición para decir NO al TTIP. Este es el momento para acabar con el TTIP. Greenpeace ha lanzado una llamada general a través de los medios para presionar a los partidos políticos españoles y que se posicionen en contra de estos tratados y lograr su paralización en Europa. Que sepan que no queremos el TTIP.

Si logramos suficiente presión, todavía podemos parar el TTIP, afirman, y muchos ciudadanos de la Unión Europea pensamos que es preciso actuar con diligencia, transparencia y firmeza para evitar que, una vez más, los intereses de las grandes corporaciones, bánksters sin escrúpulos y políticos torticeros impongan su codicia por encima del bien general de los ciudadanos de todos los países y pueblos que componemos la UE.

Esos acuerdos trucados tendrían efectos sobre millones de seres de otros pueblos y países que no forman parte de este Club de intereses más que para continuar siendo expoliados de sus riquezas naturales, de su mano de obra tratada no pocas veces con criterios colonialistas y hasta inhumanos y que ya dan muestras dolorosas pero firmes de que, puesto que ya no tienen que perder más que su hambre, su ira y sus cadenas, se sienten liberados para alzarse y venir al mundo de los sueños que perciben por medios de comunicación que no conocen fronteras para sus imágenes,  cada vez más descarnadas e inhumanas. Y si nadie tiene que mandarnos, a qué esperamos, como escribió George Orwell en otro contexto similar y quizás no tan devastador y sangrante.

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