Disculpe usted, Peña Nieto; pero lo volvería a hacer

Por Pablo Gómez

Hace pocos días, el presidente mexicano Enrique Peña Nieto pidió disculpas a los ciudadanos por el asunto de la famosa “casa blanca”. El ciudadano de a pie no las ha aceptado, y algunos políticos incluso han criticado el mensaje, porque consideran que es un postureo de cara a la aprobación de unas descafeinadas leyes contra la corrupción.

Habría que preguntar sobre qué se pide la disculpa. Podría ser que una mansión no debería ser comprada por la esposa de un presidente de la República por más dinero que ella tuviera, porque en un país pobre es algo así como un insulto. Quizá a eso se refería Enrique Peña Nieto cuando inesperadamente ofreció unas disculpas, pero no es del todo seguro que tal fuera su propósito.

El caso es que Peña insiste en que la operación de compra de la llamada Casa Blanca de Las Lomas fue algo enteramente legal. Mas lo que no podría tener explicación satisfactoria es el origen del dinero, atribuido, según se ha dicho, a su esposa mediante un  bono de 80 millones de pesos (casi 4 millones de euros al cambio actual) entregado por Azcárraga, dueño de Televisa, por sus 25 años de servicios actorales (sólo el pago del ISR, impuesto sobre la renta, hubiera sido por más de 20 millones (879 000 euros).

Como esa versión era increíble, la Secretaría de la Función Pública hizo una investigación para que se creyera, la cual culminó en lo mismo pero sin detalles: todo fue legal, pero el comprobante del pago del impuesto jamás apareció.

Si el escándalo se redujera a algo de mal gusto o políticamente impropio entonces no se tendrían que ofrecer disculpas, es decir, descargar o justificar una culpa, porque culpa propiamente no habría. El asunto de mayor escándalo, después del frustrado contrato de enajenación de la gran casa, fue que un Secretario de Estado, nombrado libremente por Peña, se hubiera hecho cargo de la investigación y, sin dar detalles, informara de que todo estaba en regla. ¿Quién le creyó a Virgilio Andrade? Nadie.

Una forma de dar mordida es entregar algo a cambio de favores ilícitos mediante una operación subrepticia como, por ejemplo, los dineros que recibía Raúl Salinas (hermano del expresidente de México Carlos Salinas de Gortari) en ocasión de las privatizaciones ordenadas por su hermano. Él era el cajero aunque parece que hurtó una parte del botín, pero ese es otro cuento. Aquí tenemos que un gran contratista del gobierno del Estado de México arregla la venta de una mansión justamente con la esposa de quien había sido el contratante y gobernador de esa entidad. Eso no podrá olvidarse por más disculpas presentadas. Pero menos aún por haber ordenado el esposo abrir una investigación, nombrar al investigador y esperar un resultado evidentemente espurio.

Hace años, Vicente Fox rehusó que se nombrara un fiscal especial e independiente para averiguar la denuncia penal contra él y sus amigos, quienes habían organizado un sistema de aportaciones ilícitas. En el expediente había copia de un cheque por 17 millones firmado por Carlos Slim pero éste sólo era uno de los muchos adinerados donantes. Nada quiso investigar la Procuraduría (Fromow y Macedo) bajo las órdenes del mismo Fox, sino que concluyó que no había delito que perseguir, punto final.

Nuestro país es al respecto único en el mundo: el presidente de la República encara una investigación en su contra e imparte las órdenes para que unos subordinados suyos declaren su propia inocencia.

Ocurrió de nuevo con Peña, pero el actual presidente no ofreció disculpas, es decir, según parece, lo volvería a hacer.

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