EDITORIAL / Placebo

La Justicia de Estados Unidos acaba de dictaminar que los medicamentos homeopáticos deben indicar en sus envases que sus efectos no están demostrados; o sea, que no sirven para nada. Pero este extremo no indica otra cosa que las poderosas farmacéuticas vencen a los fabricantes de fármacos alternativos. Porque hasta el 65 por ciento de los productos de la Medicina Occidental no son otra cosa que placebos, que basan su eficacia en lo que cree el paciente que les va a hacer (como en la Homeopatía).

La única diferencia entre la Medicina clásica en Occidente y las terapias alternativas está en dónde sitúan el propio impulso del enfermo: para la primera, es un elemento importante pero secundario; mientras para las segundas es una circunstancia crucial. Y vale lo mismo para las medicinas orientales, que no tratan sino lo que el paciente cree que se puede curar.

El saber humano conoce desde hace siglos la existencia del 'placebo', cuyo antónimo es el 'nocebo' (nadie que no quiera curarse va a salir adelante). Y todo el mundo tiene en su entorno ejemplos de ambos: el pariente que acabó muriéndose y que llevaba tiempo diciendo que se iba o el tipo que superó todo porque quería seguir aquí... Como la gente que lleva años muriéndose, no se va; o cierto sujeto que se acabó en dos días cuando nadie lo imaginaba. Todos ellos son ejemplos del placebo y el nocebo.

Y de todos seguirá habiendo diga lo que diga la Administración USA; al fin y al cabo, hay en el mundo hoy gente que ve a Fidel Castro como un ángel y un demonio... Porque un elemento característico del ser humano es que cada uno cree lo que quiere creer.

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