EDITORIAL / Parrondo

Acaba de morir el cineasta valdesano Gil Parrondo; y aunque el hecho era previsible (tenía 95 años) no deja de ser triste, porque este luarqués logró dos Oscar y cuatro Goyas por su trabajo profesional sin que nunca lo conociera el gran público, ése que diría que 'Doctor Zhivago' ocurre en la Rusia de los zares aunque está grabada en un pueblo de Castilla.

De Parrondo es el mérito de que este filme resulte creíble –y de que sea la versión de pantalla más reconocible del conflicto con los soviets (salvo el 'Rojos' de Warren Beaty para algunos públicos)–. Nadie sabe qué es la dirección artística de una película, pero todo el mundo conoce qué películas son populares y cuáles no.

Y eso que el estado actual de la política aconseja no hablar del 'populus' para que no le acusen a uno de populista. En realidad, la historia de la Humanidad es la historia de la 'traición' y el 'populismo'; lo que pasa es que sólo se llaman así cuando pierden... si ganan, se llaman 'evolución' y lo 'popular'.

Khrushev no traicionó a Stalin (del que fue número dos), sino que encabezó "una evolución necesaria" tras su muerte, como Stalin había encabezado "una evolución necesaria" tras la muerte de Lenin... y así hasta llegar a Putin, Arabia Saudí y la destrucción de Alepo. O Pinochet no traicionó a Allende, del que fue jefe del Ejército antes de rebelarse contra él; sólo "corrigió la marcha de las cosas".

Pero este editorial va sobre Gil Parrondo, para lamentar su muerte (de la que sólo hay que agradecer que ahora todo el mundo le reconozca... "no hay como morirse", dice la sabiduría popular). La realidad siempre fue distinta: el valdesano era un hombre de mundo que se reía de los aldeanos políticos asturianos y por eso ellos siempre le ningunearon... hasta el punto de que los asturianos nunca supieron quién era este hombre hasta que ha muerto.

"No hay como morirse", dice la sabiduría popular.

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