Adeu, Carles Capdevilla

Por Ana María de Luis Otero

Estoy extrañada, confusa, dolida y temerosa. La vida me ha vuelto a poner en la casilla de salida en este comienzo de junio que no deja de ser contradictorio. La vida, sí, la vida;  ese frágil hilo en el que nos sostenemos a diario cuando pensamos que todos los días van a ser iguales. Esos momentos en donde vemos amanecer sin notarlo y de repente aparece la noche y nos invita a pasar otra hoja del calendario ahora digital.

Pasamos parte de la misma quejándonos por la sinrazón del de al lado; cuando en un segundo, tan solo uno, alguien que tiene 52 años se va. En esta ocasión ha sido Carles Capdevila, pero ha habido otras ocasiones, otras confusiones, otros dolores que he visto y he sentido como propios porque no me han dejado indiferente en estos días atrás. Otros que en estos días he vivido junto a amigos que han perdido a alguien querido joven; siempre hablamos de juventud.

Momentos que nos zarandean; esos que corresponden a la enfermedad; la única cobarde de ella que se nos enfrenta y no nos deja tregua. No nos permite escondernos porque nos encuentra, no nos permite llorar porque nos seca, no nos deja en paz porque convive con nosotros hasta hastiarnos; y es que la vida no deja de confrontarnos al espacio inmenso que cubre el dolor. Dolor del alma, dolor por amar, dolor por perder, dolor por no sentir, dolor por dolor; ¡ay, tanto dolor!¡inconmensurable dolor Carles! El mismo que ahora con desgarro deben sentir tus cuatro hijos y Eva.

El periodista que educaba, que sentía y que quería. Ese que nos dio una lección tras otra acerca del amor y de cómo educar, pero educar con humor. Gestionar hijos, educarles para que aprendan a vivir, para que no se haga un máster con una piruleta y tampoco que a nosotros se nos olvide que están ahí esperándonos. “Parir con Humor”, fue el libro que nos hablaba de lo que tú mejor viviste. Pensar en ser padre y pasar a ese estado, al de padre. Al que necesariamente nos iba a precipitar en esos grandes cambios ; esos que se produjeron en tu vida cuando un día, decidiste ser padre de cuatro. Como decías tú, desde el sexo, que pasó de ser recreativo a procreativo; llenar depósito, ponerse así, repetimos la jugada, es la hora de procrear;  a los miedos;  esos que te contaban los manuales de embarazo; que puede ir mal, que viene de pie, que se oye el latido, etc., hasta hablar con palabras feas; esas que nunca habías usado antes: meconio, ictericia, apiretal, oxitocina, test de Barr…esas que te va alejando de los amigos que no tienen hijos porque simplemente no te entienden.  Las mentiras, esas que te cuentan cuando ves una ecografía, ves los pulmones, el corazón, sí, sí, y no ves nada…en fin, esas vicisitudes que suceden a lo largo de tu vida cuando ya has decidido ser un gran papá. Y tú lo fuiste.

Tu valentía, tus ganas de vivir, te enseñaron a contar la verdad y también supiste despedirte de la dirección del Diario Ara cuando todo se torcía para siempre, a perdonar a los que te hicieron pupa en el periodismo; difícil y cabrón oficio de esos que cuentan la verdad. Luchar por la vida, sí, pero luchar hasta el final. Pero hoy, en este verano que acaba de arrancar, el periodismo se queda hoy más huérfano que nunca.

“Todos los directores tenemos finales bruscos, decías; si no te echa un cáncer, lo hace un amo, un banco o la combinación de estas cosas.”

A lo mejor con sentido del humor has recibido la enfermedad; esa que te ha arrebatado la vida y el sentido común, el inmenso amor que le has ofrecido a tu familia, a esas familias que se han reído contigo cuando aprendían a educar te ha permitido despedirte de nosotros. Educaremos con amor, tus hijos serán unos padres excelentes y nosotros nos preguntaremos un día más, una tarde más, una noche más, por qué has sido uno de los elegidos. Quizá las personas buenas nos invitan a contemplar el cielo desde abajo para que podamos por un segundo conservarlo en la retina y apreciarlo. Apreciar la vida desde donde sucede; porque sucede y sucede rápido. Un día sucede, y ya no estás. Carles, no puedo seguir hablando de ti sin que se me desgarre el alma. Tú no te lo merecías, precisamente tú. Enséñanos la siguiente lección porque ya somos un poco mejores padres, diré también madres para que no se me tiren al cuello con las acepciones, pero ahora querríamos ser, un poco mejores personas.
Solamente tu recuerdo nos hace estremecernos; el recuerdo que siempre tendremos, con sentido del humor.
Adeu, Carles. Digámosnos cosas bonitas, decías en tu último artículo. Pues eso, gracias una vez más. Descansa en paz.

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